19.11.10

DISCURSO NATURAL-ARTIFICIAL CAPÍTULO I (Introducción)

Resultaría una obviedad decir que es natural hasta lo artificial, puesto que el hombre es natural y sus actos, opiniones y demás lo son también por tanto; imposible crear ex novo, como Dios, imposible crear una cama (citando el ejemplo de Platón) en esencia, pero cada pequeña innovación que revoluciona y convulsiona nuestro mundo tiene unos efectos y reflexiones que merecen ser tomadas en cuenta. A cada innovación se le pone la etiqueta de artificial, a cada mezcla de cosas, a cada descubrimiento de la naturaleza incluso, a cada sacar una cosa de su contexto habitual, se crea así en nuestra conciencia y en nuestras opiniones cierta ética un tanto maniquea de lo positivo y lo negativo en cuanto a estas cuestiones. A mí, simplemente, se me ocurre que lo peyorativo que subyace en nuestra conciencia de lo artificial y, por tanto lo positivo que subyace en lo natural, merecen una cierta revisión.
Actualmente vivimos inmersos en un discurso ético que, probablemente sea un discurso viejo en su esencia pero nuevo en su sustancia. Siempre hemos tendido a reducir para simplificar elecciones, la cuestión planteada claramente es lo natural frente a lo artificial y por tanto lo nuevo frente a la tradición, es por esto que digo que el discurso es viejo. La tradición está llena de adeptos, de fanáticos casi, mientras que lo nuevo (artificial) implica un cierto riesgo para cualquiera. De alguna manera la forma de belleza surgida de las operaciones de cirugía estética, por ejemplo, establecen nuevos juicios de valor que siguen siendo en principio bastante platónicos todavía; esto es, cuanto más se asemeje el resultado a la realidad de la naturaleza antes estableceremos el juicio positivo (mimesis). Los rostros sin mueca no son bellos –decidimos- porque sencillamente no son naturales o porque nos sorprenden. Cada novedad implica un proceso paralelo al de la historia, en el caso de un juicio estético, de la estética; en el caso de un juicio ético, de la ética. Necesitamos ante la novedad volvernos platónicos y esperar a que la estandarización nos lo revele como “de toda la vida”, esa frase que es patente de corso para acercarse a lo verdadero y a la que recurriré en un sin fin de veces. El discurso se convierte en la fórmula lógica siguiente: si sólo si es “de toda la vida” es igual verdadero.
Lo artificial es, sin embargo, tarea aparte. Todos decidimos que nuestro éxito social radica en una naturalidad desbordante que el interlocutor descifra como cómoda. Sin embargo, lo artificial que se asocia a la mentira (volvemos a la mimesis platónica) es fundamental en nuestras vidas: educación, protocolo, cosméticos, indumentaria... sin mencionar el autoengaño cotidiano para ser. Poniendo un ejemplo contemporáneo que llamaré el efecto tuning, el individuo toma un objeto hecho en serie que podría compararse al “objeto de toda la vida” y lo modifica a su libre albedrío, le añade y le añade hasta que el objeto en serie es ya un objeto individual, del objeto objetivo al objeto subjetivo. El resultado es un escándalo para el que lo ve y el objeto repentinamente manierista, aquí el manierismo del Greco por ejemplo es la exacerbación de lo artificial, artificial para el arte y por tanto doblemente artificial para lo natural. Entonces el tuning existe desde siempre, maquillarse, vestirse, fingir, hacer literatura. Hacer arte es pues tunear la naturaleza. Así falsear, artificializar, son hechos cotidianos y por supuesto artísticos (Platón echó por eso a los artistas de su República).
La ética y la moral que subyacen dentro de las frases: estos tomates ya no saben como los de antes, se nota que se ha operado las tetas o ¿esto es un hombre o una mujer? es digna de estudio. Cada una de esas frases lleva una idea común, el hecho de no haber procesado la teoría antes que el acto. La crisis de un tomate que no sabe a lo que supuestamente debe saber, la crisis de unas tetas sin naturaleza rellenas de algo que no da el aspecto natural, la mujer o el hombre que no se identifica como los demás esperan o acostumbran. Sufrimos la crisis de la no identificación, como en el arte abstracto. Sin información y sin superar la teoría somos pasto del prejuicio que también es artificial.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Puedes ponerme aquí una dirección de correo donde discutir contigo estas cuestiones tan tentadoras?
Seguramente sea enriquecedor para ambas partes.

Anónimo dijo...

Claro que sí meloygarcia@yahoo.es